|
Historia del cuadro
Velázquez había recibido el encargo de pintar una serie de cinco retratos ecuestres de la familia real que se destinarían al Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro de Madrid (antiguo Museo del Ejército). Allí se colgaron los cuadros de Felipe III a caballo y de su esposa La reina Margarita de Austria a caballo, el de Felipe IV a caballo y de su esposa La reina Isabel de Francia a caballo y el del hijo de ambos El príncipe Baltasar Carlos a caballo que al ser de un tamaño menor que los de sus padres se situó entre ellos sobre una de las puertas del salón.
De todos aquellos cuadros, las obras más afortunadas en cuanto a ejecución fueron la de El príncipe Baltasar Carlos a caballo y la obra de esta página.
Descripción del cuadro
La figura del rey está representada de perfil en este caso. El monarca viste una media armadura de acero pavonado (tratamiento que se da al acero para protegerlo y embellecerle), con adornos y puntas de oro, gregüescos noguerados, botas de ante, banda de color carmín con las puntas flotando al viento; en su mano derecha porta la bengala de general y con la izquierda sujeta las riendas del corcel. La actitud del jinete es natural y apuesta, con gran prestancia, sentado en una silla de montar con rica guarnición, al estilo de la monta española, en una postura de nobleza.
El caballo es un trotón castaño, cuadralbo, con largas crines y cola. Los caballos que pinta Velázquez en estos cuadros de retratos son una mezcla del caballo frisón, fogoso y con brío y el caballo resistente y con pesadez de formas. Como en el retrato del príncipe Baltasar Carlos, le presenta aquí en corveta.
La figura del rey está colocada en una altura, para poder así pintar la perspectiva del paisaje, tan común en estas obras de Velázquez. A la izquierda ha pintado el tronco de un roble, árbol que era muy común en aquellos entornos, y en la lejanía y en profundidad, un panorama que Velázquez conoce bien: el bosque de El Pardo de Madrid y más allá, la sierra de Guadarrama. No falta tampoco en esta pintura el cielo velazqueño que ocupa casi la mitad del lienzo, con el azul característico y los grises.
Este retrato que Velázquez hizo al rey Felipe IV es el que sirvió como modelo para el escultor toscano Pietro Tacca cuando realizó en Florencia la estatua ecuestre del rey entre los años 1634 y 1640. Se supone que el cuadro que recibió Tacca es la versión reducida del original del Prado conservada en el Palacio Pitti de Florencia. La estatua estuvo casi siempre en el Palacio del Buen Retiro de Madrid, pero en 1843, al configurar la nueva Plaza de Oriente, se trasladó allí para situarla en lo alto de un nuevo monumento en su centro.