Santiago Rusiñol
Vida nocturna
Famosas eran las salidas nocturnas del pintor, escritor y dramaturgo Santiago Rusiñol.
En cierta ocasión le recriminaron:
«¡Usted no sabe lo que es la salida del sol!»
« ¡No diga bobadas, hombre!– respondió Rusiñol -Yo veo salir el sol a menudo, poco antes de irme a la cama»
Admiradoras entradas en años
Visitando las ruinas de Empúries, Santiago Rusiñol se topó con un grupo de señoras de edad madura que no dejaban de perseguirlo insistentemente.
Les intentó hacer ver al agobio al que lo estaban sometiendo, pero una de las mujeres le recliminó:
-Es que usted no nos hace caso. ¡Y se comprende ante estas ruinas!
-No lo crea, señora- replicó el pintor -Comparadas con ustedes, estas ruinas no son nada.
Johh Singer Sargent
El beso
El pintor Johh Singer Sargent se encontró en una ocasión, con motivo de una cena, sentado junto a una entusiasta admiradora de su obra.
-Ah, señor Sargent- exclamó la mujer -Cuando vi su último cuadro, lo besé porque se parece tanto a usted…
-¿Y le devolvió el beso?- preguntó Sargent
-¿Cómo? ¡No!
-Pues en tal caso- dijo el pintor con una sonrisa maliciosa -no se parecía tanto a mí.
Rembrandt
Un cliente puñetero
El burgomaestre de una pequeña población flamenca le encargó un retrato a Rembrandt. El pintor holandés aceptó el encargo de buen grado.
Trabajó durante unos días en dicho retrato y cuando el hombre fue a buscar el cuadro quedó disgustado con el resultado final. Veía poco realismo en la obra del pintor, por lo que pidió al artista que lo retocara.
El artista aceptó rehacer su obra e instó al burgomaestre a recoger el cuadro unos días después. Llegada la fecha acordada, el cliente entró en el estudio del pintor y llamó su atención una moneda que había en el suelo. Con disimulo se agachó a recogerla, pero no pudo, ya que había sido pintada por Rembrandt.
El hombre comprendió la genialidad del pintor y se llevó el cuadro a su casa sin tan siquiera mirar si el resultado final era de su agrado.
Tiziano
Un majestuoso servidor
Estaba siendo pintado en un retrato Carlos V, cuando al pintor Tiziano se le cayó al suelo uno de sus pinceles.
El rey estando más cerca del objeto, sin importarle lo más mínimo, se agacho, cogió el pincel y se lo dio al pintor, mientras le decía a éste:
- Merecedor es Tiziano de ser servido por César