Francisco Ribalta                                                              

    

San Lucas. Procedente
del retablo de Porta-Coeli,
en la figura del evangelista
sin orla, que pinta el retrato
 de la 
Virgen de las tocas,
suele verse un autorretrato
del pintor.

    

     Francisco Ribalta (Solsona, 1565–Valencia, 1628) fue un pintor barroco español, formado en la órbita de la pintura escurialense y establecido desde 1599 en Valencia, donde en fechas muy tempranas cultivó un naturalismo de cuño personal e intenso claroscuro que llegaría a ser la seña de identidad de la escuela valenciana del siglo XVII.

     Situado cronológicamente en los orígenes de la pintura barroca española, la obra de Ribalta constituye el vínculo entre el último manierismo y las nuevas corrientes barrocas. Inmerso en el espíritu religioso de la Contrarreforma, que él plenamente compartía, enfocó los motivos visionarios de su pintura con técnica naturalista, de tal modo que lo sobrenatural pareciese tener lugar del modo más creíble y cercano al espectador, al que pondrá en contacto directo con el suceso milagroso merced a la sencillez de sus composiciones, sin embellecimientos superfluos.

     



CONTENIDO

  •              Obras de Francisco Ribalta (37 F)
  •              Obras de Juan Ribalta (13 F)
  •              Obras de Vicente Castelló (3 F)
  •              Anexo
  1.                       El retablo de Portaceli (2 F)
  2.                       La desamortización española (5 F)

    


     


    

Obras (Francisco Ribalta)


    

La visión del Calvario del Padre Francisco Jerónimo Simó. 1612-19. 
Museo Nacional de Escultura. Colegio de San Gregorio. Valladolid. España.

Cristo abrazando a San Bernardo. 1624-27. 
Óleo sobre lienzo, 158 x 113 cm. 
Museo del Prado. Madrid. España.

   Este cuadro fue pintado para la cartuja de Portaceli, situada en el término de Bétera, en los alrededores de Valencia, y probablemente sea la obra más hermosa de cuantas hiciera Francisco Ribalta a lo largo de su vida.

    



San Lucas. 
Óleo sobre lienzo, 83 x 36 cm., c. 1625. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.  

   Procedente del retablo de Porta-Coeli, en la figura del evangelista sin orla, que pinta el retrato de la Virgen de las tocas, suele verse un autorretrato del pintor.

   




Última Cena o Institución de la Eucaristía. 
Óleo sobre lienzo adherido a tabla, 478 x 266 cm. 
Valencia, Colegio del Patriarca, retablo mayor (fragmento).

     Francisco Ribalta forma parte de la primera generación del Naturalismo tenebrista en España. Sus cuadros sirvieron como modelo para otros artistas de la época. En la pintura que ahora vemos aparecen los Apóstoles reunidos con Cristo para celebrar la Última Cena. Ribalta adopta un punto de vista muy alto para poder plasmar prácticamente toda la mesa y, por lo tanto, a todos los personajes congregados a su alrededor, sin que los más cercanos al espectador tapen a Cristo, que preside la reunión. Todos los Apóstoles están pendientes del gesto de Cristo, que bendice el pan y eleva sus ojos al cielo. Sin embargo, uno de ellos atrae la mirada del espectador, puesto que da la espalda a la reunión y nos mira frontalmente: se trata de Judas, a quien se identifica por su juventud y por estar acariciando una bolsita con dinero colgada de su cinturón. En el centro de la mesa podemos apreciar el magnífico cáliz medieval que se exhibe en la catedral de Valencia como el auténtico cáliz de Cristo.

   



Aparición de Cristo a San Vicente Ferrer. 1604.
Pluma y tinta aguada sobre papel, 30 x 19.5 cm.
Museo de Arte de Cataluña. España.

Los preparativos de la crucifixión (1582). 
Óleo sobre lienzo, 144 x 103 cm. 
San Petesburgo, Museo del Hermitage.

     Firmado ostentosamente cuando el artista contaba poco más de dieciséis años, el lienzo pudo ser pintado como carta de presentación o diploma para alcanzar el grado de maestro.

   




San Bruno, h. 1600. 
Óleo sobre lienzo, 181 x 79 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.  

Visión de San Francisco del ángel músico. 
Óleo sobre lienzo, 204 x 158 cm. 
Madrid, Museo del Prado.

The Ecstasy of St. Francis of Assisi: The Vision of the Musical Angel, about 1620-25.
Oil on canvas, 42 1/2 x 62 1/4 inches.
Wadsworth Atheneum Museum of Art, Hartford, CT.

San Pablo. 1625 – 1627. 
Óleo sobre tabla, 168 x 63.5 cm.
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.  




San Juan Bautista. 1625 – 1627. 
Óleo sobre tabla, 180 x 83.9 cm.
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





San Juan Bautista. 1620-27.
Óleo sobre lienzo, 188 x 110 cm.
Museo de Bellas Artes de Valencia.



San Juan Evangelista. 1625-27. 
Óleo sobre lienzo, 85 x 38.5 cm.
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España. 




San Mateo Evangelista. 1625-1627. 
Óleo sobre lienzo, 85 x 36 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.
I




San Marcos Evangelista. 1625-27. 
Óleo sobre lienzo, 85 x 38 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.




San Gregorio Magno. 1625-1627. 
Óleo sobre lienzo, 83 x 36 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





San Jerónimo. 1625-27. 
Óleo sobre lienzo, 83 x 36 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España. 





San Agustín. 1625-27. 
Óleo sobre lienzo, 83 x 36 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





San Ambrosio. 1625-1627. 
Óleo sobre lienzo, 83 x 36 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





Sueño de la madre de San Eloy. 1607. 
Óleo sobre tabla, 115 x 94 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





San Isidro Labrador. 
Óleo sobre lienzo, 179 x 109 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





San Sebastián. 1600-10. 
Óleo sobre tabla, 124 x 60 cm. 
 Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





San Roque. h. 1600-10. 
Óleo sobre tabla, 124 x 60 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.





Encuentro del Nazareno con su madre. h. 1612. 
Óleo sobre lienzo, 147 x 189 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Valencia. España.






Cristo con dos ángeles.  
                 Lienzo. 113 x 90 cm. Museo del Prado.

Nacimiento. 
Colegio del Corpus Christi. Valencia.

Retrato de Raimundo Lulio. 
Óleo sobre lienzo. 100 x 84 cm. 
Museo de Arte de Cataluña. Barcelona. España.

Abrazo de san Francisco al crucificado, 1620. 
Óleo sobre lienzo, 233 x 171 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia.

Martirio de Santa Catalina, c. 1600. 
Óleo sobre lienzo, 123 x 108 cm. 
Museo del Hermitage. San Petesburgo, Rusia.

El alma bienaventurada. 1605-1610.
Óleo sobre lienzo, 58 x 46 cm.

El alma en pena. 1605-1610.
Óleo sobre lienzo, 58 x 46 cm.

San Antonio de Pádua.
Aguada parda, pluma y trazos de lápiz sobre papel, 35.9 cm x 29.3 cm.

Retrato de Margarita Agulló, hacia 1605. 
Conservado en el Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia.

Presentation of the Virgin in the Temple. 1620. 
Pen and brown ink and brown wash over black chalk, squared for transfer, on laid paper. 11 x 7 38 in. 
The National Gallery of Art. Washington. USA.

Visión del Padre Francisco Jerónimo Simón, c. 1612. 
Óleo sobre lienzo, 211 x 111 cm. 
National Gallery. Londres 

Visión de San Bruno. 
Óleo sobre lienzo. 100,83 x 100,06 cm. 
Museo Provincial de Bellas Artes.

Virgen de Porta Coeli, c. 1625, 
Óleo Más sobre lienzo, 240 x 172 cm . 
Museo de Bellas Artes de Valencia. Obra de Francisco Ribalta y Vicente Castelló. 


      


Juan Ribalta                                                              

    

     Juan Ribalta (Madridc. 1596-Valencia, 1628), fue un pintor barroco español, hijo de Francisco Ribalta con quien se formó, colaborando en algunas de las empresas paternas y compartiendo su estilo, por lo que sus obras con frecuencia se han confundido, aunque ya Antonio Palomino advertía que «la manera del padre fue más definida; y la del hijo algo más suelta, y golpeada».
   La prematura muerte de Juan Ribalta -acaecida tan solo nueve meses después que la de su padre- a causa, probablemente, de una epidemia de tifus nos privó de la formación de una saga de pintores.

   

Obras                                             

    

San Jerónimo
Óleo sobre lienzo. 
Museo Nacional de Arte de Cataluña. Barcelona. España.

Cristo atado a la columna.

Adoración de los pastores. 
Óleo sobre cobre, 15 x 29 cm. 
Museo de Bellas Artes de Bilbao. Pintada al reverso de una plancha de cobre

Preparativos para la crucifixión. 
Óleo sobre lienzo, 310 x 237 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia.

Retrato de Guillén de Castro (Valencia, 1569 - Madrid, 1631).

Retrato de Frei Don Jaime Falcó.  
Óleo sobre lienzo 62 x 49 cm.  
Biblioteca del Museo de Bellas Artes de Valencia. 

Retrato del poeta Gaspar Aguilar. 
Óleo sobre lienzo, 65,5 x 49,5 cm.

San Pedro. 
Óleo sobre lienzo, 167 x 123 cm. 
Museo de Bellas Artes, Valencia. 

San Juan Evangelista, c. 1618. 
Óleo sobre lienzo, 182 x 113 cm. 
Museo del Prado.

La Última Cena. 
Óleo Más sobre lienzo, 116 x 86 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia.

San Marcos y San Lucas. 
Óleo sobre lienzo, 166 x 102 cm. 

San Mateo y San Juan Evangelista, c. 1618. 
Óleo sobre lienzo, 66 x 102 cm. 
Museo del Prado. Madrid. 

San Mateo y San Juan Evangelista. 
Lienzo, 66 x 102 cm. 
Museo del Prado. Madrid.


      

Vicente Castelló                                                                                                            


     Vicente Castelló ( c.1585-1636) fue un pintor barroco español establecido en Valencia, colaborador y yerno de Francisco Ribalta al casar, en fecha desconocida, con una hija de éste. La semejanza de estilo con las pinturas de su suegro y con las de su cuñado Juan Ribalta, hizo que se atribuyesen a estos las obras de Castelló, quedando por mucho tiempo relegado al olvido.

       


La coronación de la Virgen. 
Óleo sobre tabla, 71 x 55.6 cm. 
Museo de Bellas Artes de Valencia.

     A Castelló se le distingue dentro de la producción ribaltesca por algunos rasgos propios de su personalidad, como un mayor alargamiento de las figuras, con bruscos cambios de escala, la gesticulación nerviosa y el gusto por los escorzos exagerados. Su técnica carece de la precisión que se encuentra en las pinturas de los Ribalta, empleando a la vez una pincelada más fluida y colores más fríos, especialmente en los fondos, a base de tonalidades grises y azuladas. Son estos los rasgos que han permitido asignarle algunos cuadros anteriormente atribuidos genéricamente a los Ribalta, como la Coronación de la Virgen del Museo de Bellas Artes de Valencia, procedente de la congregación de San Felipe Neri de Valencia, obra que gozó de gran predicamento a juzgar por las copias existentes de ella; el Descenso al Limbo de las Agustinas de Segorbe, pintado hacia 1623, o el Martirio de Santa Catalina y la Adoración de los pastores del Museo de Bellas Artes de Bilbao, alguna vez considerada obra de Pedro de Orrente.


     


El martirio de Santa Catalina.Museo de Bellas Artes de Bilbao. España.


La Adoración de los pastores, aprox 1617.
Óleo sobre lienzo, 155 x 206 cm.
Museo de Bellas Artes de Bilbao. España.


Anexo


El retablo de portaceli


Sala de los Ribalta.
Museo de Bellas Artes de Valencia.

Retablo mayor de la cartuja de Portaceli (Retaule de Portaceli)
Pintores: FRANCISCO RIBALTA, JUAN RIBALTA, VICENTE CASTELLÓ
 MUSEO DE BELLAS ARTES DE VALENCIA


     "Estas pinturas constituyen lo último que realizaron juntos los Ribalta, pues fueron hechas poco antes de que a Francisco y Juan Ribalta les llegara la muerte en 1628. Su comitente fue don Juan Luis Navarro, quien habiendo intentado profesar cartujo en Portaceli no perseveró en ello, pero mantuvo gran afecto por el monasterio y, enterrado en él en 22 de junio de 1616, le legaba 3.000 libras sólo disponibles si se construía un nuevo retablo. La mazonería la ejecutó entre 1618 y 1622 el carpintero Andrés Artich por 900 libras. Las pinturas fueron concertadas con Francisco Ribalta por 2.000 libras, que comenzó sus trabajos en octubre de 1625 y acabó de colocarlas a lo largo de 1627. Estas responden a devociones cartujanas, con la Virgen de Portaceli en el cuerpo principal flanqueada por San Juan Bautista, patrón de la orden, y el fundador San Bruno. La predela se reservó para los Evangelistas y Doctores de la Iglesia, y en el sagrario un Salvador (perdido). En los postigos de acceso al camarín, siguiendo costumbre de muchos retablos, aparecen San Pablo y San Pedro. También las fuentes hablan de escenas de la Pasión (perdidas), que ocuparían el cuerpo superior y ático.

Estatua de Francisco Ribalta en Castellón.

     La empresa motivó que el equipo ribaltiano, que se hallaba en Andilla ocupado en las puertas de su retablo mayor, regresara a Valencia: Juan Ribalta lo hizo en 1625 y su cuñado Vicente Castelló en 1626, reuniéndose con el viejo Francisco que permanecía en Valencia. Este, como director de la obra, debió facilitar los modelos y distribuir los paneles entre su hijo y su yerno , reservándose para él otra parte. Al estilo de Francisco Ribalta responde el impresionante San Bruno, y tal vez el San Juan Bautista y el San Pablo, de pincelada lamida. También parecen suyos los Evangelistas por su intenso naturalismo, con el autorretrato del pintor en la figura del San Lucas según costumbre. De Juan Ribalta es el San Pedro con sus carnaciones tostadas y detallada anatomía en cabeza, pies y manos. Los Padres de la Iglesia, algo más flojos e inspirados en estampas, quizá fueran obra de Vicente Castelló, al igual que la Virgen de Portaceli, de tono convencional al tener que seguir una imagen previa.



     


La desamortización española


Manuel Godoy.

     La desamortización española fue un largo proceso histórico, económico y social iniciado a finales del siglo XVIII por Godoy (1798) y cerrado ya muy entrado el siglo XX (16 de diciembre de 1924). El concepto "desamortizar" hace referencia a privar a alguien de una propiedad si no la explota correctamente, una plena producción agrícola era necesaria para que una nación fuera poderosa, por eso la desamortización era precisa. Esto rebajaba el poder a la iglesia y a la nobleza.

     Consistió en poner en el mercado, previa expropiación forzosa y mediante una subasta pública, las tierras y bienes que hasta entonces no se podían enajenar, en poder de las llamadas «manos muertas», es decir, la Iglesia Católica o las órdenes religiosas que los habían acumulado como habituales beneficiarias de donaciones, testamentos y abintestatos. También los llamados baldíos y tierras comunales de los municipios. En otros países sucedió un fenómeno de características más o menos similares. Su finalidad fue acrecentar la riqueza nacional y crear una burguesía y clase media de labradores propietarios. Además, el estado obtenía unos ingresos extraordinarios con los que se pretendían amortizar los títulos de deuda pública.

     La desamortización se convirtió en la principal arma política con que los liberales modificaron el régimen de la propiedad del Antiguo Régimen para implantar el nuevo Estado liberal durante la primera mitad del siglo XIX.


Juan Álvarez Mendizábal.

     Fue realizada en los reinados de Carlos III y Carlos IV entre 1766 y 1808. Se incluye la desamortización de Godoy y el ministro Miguel Cayetano Soler entre 1798 y1808. Fue iniciada en 1798 cuando Carlos IV obtuvo permiso de la Santa Sede para expropiar los bienes de los jesuitas y de obras pías que en conjunto venían a ser una sexta parte de los bienes eclesiásticos. En ella se desamortizaron bienes de la Compañía de Jesús, de hospitales, hospicios, Casas de Misericordia y de Colegios Mayores universitarios e incluía también bienes no explotados de particulares.

     José I Bonaparte realizó también una pequeña desamortización que no implicó la supresión de la propiedad, sino la confiscación de sus rentas para el avituallamiento y gastos de guerra de las tropas francesas, de forma que se devolvieron en 1814.

     

Mendizábal

     Durante el Trienio liberal (1820–1823) se llevaron a cabo otras desamortizaciones tan poco ambiciosas como esta e igualmente deshechas tras la caída del régimen liberal. Las realmente importantes fueron, sobre todo, las de Juan Álvarez Mendizábal y Pascual Madoz.

     La de Mendizábal, ministro de la regente María Cristina de Borbón, en 1836, tuvo unas consecuencias muy importantes para la historia social de España, aunque sus resultados —ya no gestionados por Mendizábal, que cesó como ministro en mayo de 1836, sino por sus sucesores— fueron relativamente pobres.

Joaquín Baldomero Fernández-Espartero.

     Como la división de los lotes se encomendó a comisiones municipales, éstas se aprovecharon de su poder para hacer manipulaciones y configurar grandes lotes inasequibles a los pequeños propietarios pero pagables, en cambio, por las oligarquías muy adineradas que podían comprar tanto grandes lotes como pequeños.

     Los pequeños labradores no pudieron entrar en las pujas y las tierras fueron compradas por nobles y burgueses adinerados, de forma que no pudo crearse una verdadera burguesía o clase media en España que sacase al país de su marasmo.

     Los terrenos desamortizados por el gobierno fueron únicamente eclesiásticos, principalmente aquellos que habían caído en desuso. A pesar de que expropiaron gran parte de las propiedades de la Iglesia, esta no recibió ninguna compensación a cambio. Por esto la Iglesia tomó la decisión de excomulgar tanto a los expropiadores como a los compradores de las tierras, lo que hizo que muchos no se decidieran a comprar directamente las tierras y lo hicieron a través de intermediarios o testaferros.

    

Espartero

El 2 de septiembre de 1841 el recién nombrado regente, Baldomero Espartero, impuso la desamortización de bienes del clero secular, proyecto que elaboró Pedro Surra Rull. Esta ley durará escasamente tres años y al hundirse el partido progresista la ley fue derogada.

En 1845, durante la Década Moderada, el Gobierno intentó restablecer las relaciones con la Iglesia, lo que lleva a la firma del Concordato de 1851.

     

Madoz

Pascual Madoz

     Durante el bienio progresista (al frente del que estuvo nuevamente Baldomero Espartero junto a O'Donnell) el ministro de Hacienda Pascual Madoz realiza una nueva desamortización (1855) que fue ejecutada con mayor control que la de Mendizábal. El jueves 3 de mayo de 1855 se publicaba en La Gaceta de Madrid y el 31 la Instrucción para realizarla.

     Se declaraban en venta todas las propiedades del Estado, del clero, de las Órdenes Militares (Santiago, Alcántara, Calatrava, Montesa y San Juan de Jerusalén), cofradías, obras pías, santuarios, del ex infante Don Carlos, de los propios y los comunes de los pueblos, de la beneficencia y de la instrucción pública, con las excepciones de las Escuelas Pias y los hospitalarios de San Juan de Dios, dedicados a la enseñanza y atención médica respectivamente puesto que reducían el gasto del Estado en estos ámbitos. Igualmente se permitía la desamortización de los censos pertenecientes a las mismas organizaciones.

Fue la que alcanzó un mayor volumen de ventas y tuvo una importancia superior a todas las anteriores, sin embargo los historiadores se han ocupado tradicionalmente mucho más de la de Mendizábal. Su importancia reside en su duración, el gran volumen de bienes movilizados y las grandes repercusiones que tuvo en la sociedad española.

Después de haber sido motivo de enfrentamiento entre conservadores y liberales, ahora todos los partidos políticos reconocen la necesidad de acabar con las manos muertas para alcanzar un mayor desarrollo económico del país. Se suspendió la aplicación de la ley el 14 de octubre de 1856, reanudándose de nuevo dos años después, el 2 de octubre de 1858, siendo presidente del Consejo de Ministros O'Donnell, no cesando las ventas hasta fin de siglo, continuando a pesar de los diferentes cambios de gobierno.

La Cartuja de Portaceli fue una de las congregaciones
religiosas desamortizadas.

     En 1867 se habían vendido en total 198.523 fincas rústicas y 27.442 urbanas. El estado ingresó 7.856.000.000 reales entre 1855 y 1895, casi el doble de lo obtenido con la desamortización de Mendizábal. Este dinero se dedicó fundamentalmente a cubrir el déficit del presupuesto del Estado, amortización de Deuda pública y obras publicas, reservándose 30 millones de reales anuales para la reedificación y reparación de las iglesias de España.

     Tradicionalmente se le ha llamado al periodo de que tratamos desamortización civil, nombre inexacto, pues si bien es cierto que se subastaron gran número de fincas que habían sido propiedad comunal de los pueblos, lo cual constituía una novedad, también se vendieron muchos bienes hasta entonces pertenecientes a la Iglesia, sobre todo las que estaban en posesión del clero secular.

En conjunto, se calcula que de todo lo desamortizado, el 30% pertenecía a la iglesia, el 20% a beneficencia y un 50 % a las propiedades municipales, fundamentalmente de los pueblos. El Estatuto Municipal de José Calvo Sotelo de 1924 derogó definitivamente las leyes sobre desamortización de los bienes de los pueblos y con ello la desamortización de Madoz.